4.17.2015

GESTACION EMOCIONALMENTE ESTABLE. -G.E.C.-


Por lo general cuando se habla de lograr un embarazo sano se acostumbra a hacer referencia a los aspectos físicos obviando, la mayoría de las veces, el componente emocional.
Esta realidad no debería asombrarnos ni escandalizarnos. Si reflexionamos podemos entender que resulta lógico que en una primera instancia se haya prestado prácticamente toda la atención a los aspectos orgánicos, al área médica -ginecología, obstétrica...-, sin embargo, podríamos decir que hoy día el componente emocional está eclosionando y, a la vez que se reconoce, se expande y toma fuerza.
En la actualidad, gracias a investigaciones provenientes de todos los campos -medicina, psicología, neurobiología...- vamos entendiendo, poquito a poquito, cómo funciona esa unidad funcional que se establece entre un organismo físico -un cuerpo- y esas corrientes emocionales o de pensamiento que lo envuelven, que lo circundan, y se entrelazan con él potenciándolo a su máxima expresión pero que, en ocasiones, también lo enferman e incapacitan.
El embarazo y todavía más la concepción, representan la estación de punto de partida para la experiencia de la maternidad. Y esa vivencia, a las mujeres, nos agita por dentro, no nos deja igual. Y al mismo tiempo que un anhelo nos palpita en las entrañas, se remueven las estructuras cognitivo-emocionales sobre las que nos hallamos ubicadas y se reabren viejas heridas que parecían haberse extinguido; sólo dormitaban.
¿De qué tipo de magulladuras emocionales estoy hablando? Principalmente,  me refiero a las heridas que se dieron con la hebra que nos conectó con la vida, la madre.
Esa madre que puede serlo con todo su exponencial sentido, o puede serlo únicamente a modo de título honorífico nos enlaza con la vida proponiendo a nuestra tabula rasa un especial ensamblaje cognitivo-emocional.
Y así pues, cuando la vida nos bendice con ese ser que tanto deseamos que llegue, nos activa inputs que ya ni recordábamos o que creíamos superados pero que en realidad yacían en los más recóndito de nuestra sombra camuflados por la carcoma del tiempo y la polvareda del día a día.
El hecho de devenir madre nos conecta con el universo arquetípico de esas madres que nos han precedido y origina que un pequeño o gran porcentaje de nuestras reacciones sea secundario a esas creencias, supersticiones, dogmas, miedos que hemos heredado.
Creo firmemente que...


"Ser madre reactiva el vínculo que nuestra niña interna tuvo con la madre o con su figura de apego"


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