1.20.2018

El trauma no resuelto genera más trauma.


Cuando miramos el mundo desde la perspectiva del trauma nos damos cuenta de la importancia que tiene el ajuste interno para lograr una visión y una actitud ante la vida lo más equilibrada posible. Si ese ajuste es deseable para una madre o un padre en relación al futuro equilibrio y bienestar de su prole, más necesario va a ser cuando la persona ejerce un cargo de importancia como pudiera ser el caso de maestros, médicos, psicólogos, abogados, jueces, políticos...

Por lo general, nuestro entorno social carece de una perspectiva profunda del elemento trauma. Así las cosas, cuando preguntamos a un ciudadano cualquiera qué es trauma para él, la mayoría de las veces se nos responde con un ejemplo que relata una situación dolorosamente espectacular como bien pudiera ser un atentado, un atraco, un terremoto, una muerte fulminante, etc. 
Cuando se percibe el trauma desde esta perspectiva estamos hablando del tipo de trauma que puede ser llamado T pero el trauma no termina en ese tipo de experiencias sino que va mucho más allá.

Los profesionales de esta área otorgamos tanta o más importancia al trauma t que aparece en minúsculas no por ser de calidad inferior sino solo para poder diferenciarlo de la otra categoría. El trauma t también llamado trauma relacional puede aparecer a partir de vivencias que nos erosionan en nuestros primeros tiempos y pueden tener mucho a ver con el equilibrio y/o las vivencias de nuestras figuras de apego.

Así las cosas, aunque muchas veces seamos resilientes, cuando el dolor nos supera y se estanca en nuestras redes neuronales corremos el riesgo de rompernos por dentro. 
Ciertas personas se dan cuenta de ello. Otras se fracturaron en tiempos tan remotos que para ellas esa fractura, sin ser normal, es su normalidad y le tiñe la visión… y la vida.

Cuando la disociación aparece en nuestra vida nos sugiere que algo no se resolvió y sigue latente en espera de ser activado cuando se den las condiciones adecuadas para ello.

Si seguimos la línea que nos brinda la teoría de la disociación estructural de la personalidad (Van der Hart, Nijenhuis & Steele, 2006/2008) entendemos que en nuestro interior podemos distinguir una parte aparentemente normal -PAN- que trata de hacer la vida del día a día y una parte emocional -PE- que sigue encadenada al trauma. En función de la gravedad del trauma podemos presentar disociación de nivel primario, secundario o terciario. Así pues el individuo puede presentar desde una leve disociación -primaria- que le ayuda a no contactar con el núcleo doloroso del trauma permitiéndole y ocasionándole una cierta conexión con su realidad hasta un nivel de disociación tan importante -terciaria- que su diagnóstico le lleva al TID -trastorno de identidad disociativo-.

Ver el mundo desde este prisma nos ayuda a ser conscientes de la importancia de nuestro ajuste para así poder estar presentes al máximo en nuestro interior sin pérdida de energía, sin fisuras, sin amnesias, sin dobleces… para pilotar nuestra vida desde nuestro asiento real y no desde la visión de un copiloto ajeno a nosotros mismos y que sigue encerrado en el miedo o la rabia o…los parámetros que experimentó en el momento de la vivencia traumática.

Si alguien se pregunta si realmente es tan importante el alcance del trauma podemos responder con algunos ejemplos...
Cuando un/a maestro/a presenta disociación, un alumno determinado podría activarle su PE que será la responsable de no tratar a ese niño de una forma profesional. El trauma no resuelto genera más trauma.

Cuando el/la psicólogo/a no tiene resueltos sus traumas puede llegar a efectuar una terapia irresponsable, afectando a sus pacientes. El trauma no resuelto genera más trauma.

Cuando un/a médico sigue conectado/a -consciente o inconscientemente- al elemento trauma su proceder no podrá ser todo lo profesional o impecable que éste/a desearía. El trauma no resuelto genera más trauma.

Cuando un político no sabe, no reconoce o no admite sus experiencias traumáticas puede llegar a poner en peligro a buena parte de la humanidad. El trauma no resuelto genera más trauma.

Cuando un padre o una madre se disoció para poder soportar “aquello”, una parte de él/ella seguirá faltando para poder querer y educar plenamente a sus hijos y correrá el riesgo de transmitirles parte de su programación errónea. El trauma no resuelto genera más trauma.

Es importante destacar que no todo profesional de la salud mental está especializado en trauma. 
Para quién desee informarse es importante recordar que la O.M.S publicó unas directrices sobre la atención de salud mental tras los eventos traumáticos .