Cuando miramos el mundo
desde la perspectiva del trauma nos damos cuenta de la importancia que tiene el
ajuste interno para lograr una visión y una actitud ante la vida lo más
equilibrada posible. Si ese ajuste es deseable para una madre o un padre en
relación al futuro equilibrio y bienestar de su prole, más necesario va a ser cuando la persona
ejerce un cargo de importancia como pudiera ser el caso de maestros, médicos,
psicólogos, abogados, jueces, políticos...
Por lo general, nuestro entorno
social carece de una perspectiva profunda del elemento trauma. Así las cosas,
cuando preguntamos a un ciudadano cualquiera qué es trauma para él, la mayoría
de las veces se nos responde con un ejemplo que relata una situación
dolorosamente espectacular como bien pudiera ser un atentado, un atraco, un
terremoto, una muerte fulminante, etc.
Cuando se percibe el trauma desde esta
perspectiva estamos hablando del tipo de trauma que puede ser llamado T pero el
trauma no termina en ese tipo de experiencias sino que va mucho más allá.
Los profesionales de esta área
otorgamos tanta o más importancia al trauma t que aparece en minúsculas no por
ser de calidad inferior sino solo para poder diferenciarlo de la otra categoría.
El trauma t también llamado trauma relacional puede aparecer a partir de
vivencias que nos erosionan en nuestros primeros tiempos y pueden tener mucho a
ver con el equilibrio y/o las vivencias de nuestras figuras de apego.
Así las cosas, aunque muchas
veces seamos resilientes, cuando el dolor nos supera y se estanca en nuestras
redes neuronales corremos el riesgo de rompernos por dentro.
Ciertas personas
se dan cuenta de ello. Otras se fracturaron en tiempos tan remotos que para
ellas esa fractura, sin ser normal, es su normalidad y le tiñe la visión… y la
vida.
Cuando la disociación
aparece en nuestra vida nos sugiere que algo no se resolvió y sigue latente en espera
de ser activado cuando se den las condiciones adecuadas para ello.
Si seguimos la línea que nos
brinda la teoría de la disociación estructural de la personalidad (Van der
Hart, Nijenhuis & Steele, 2006/2008) entendemos que en nuestro interior
podemos distinguir una parte aparentemente normal -PAN- que trata de hacer la
vida del día a día y una parte emocional -PE- que sigue encadenada al trauma. En
función de la gravedad del trauma podemos presentar disociación de nivel
primario, secundario o terciario. Así pues el individuo puede presentar desde
una leve disociación -primaria- que le ayuda a no contactar con el núcleo
doloroso del trauma permitiéndole y ocasionándole una cierta conexión con su realidad hasta un
nivel de disociación tan importante -terciaria- que su diagnóstico le lleva al
TID -trastorno de identidad disociativo-.
Ver el mundo desde este
prisma nos ayuda a ser conscientes de la importancia de nuestro ajuste para así
poder estar presentes al máximo en nuestro interior sin pérdida de energía, sin
fisuras, sin amnesias, sin dobleces… para pilotar nuestra vida desde nuestro asiento real y
no desde la visión de un copiloto ajeno a nosotros mismos y que sigue encerrado
en el miedo o la rabia o…los parámetros que experimentó en el momento de la
vivencia traumática.
Si alguien se pregunta si
realmente es tan importante el alcance del trauma podemos responder con algunos
ejemplos...
Cuando un/a maestro/a
presenta disociación, un alumno determinado podría activarle su PE que será la
responsable de no tratar a ese niño de una forma profesional. El trauma no resuelto genera más trauma.
Cuando el/la psicólogo/a no
tiene resueltos sus traumas puede llegar a efectuar una terapia irresponsable,
afectando a sus pacientes. El trauma no resuelto genera
más trauma.
Cuando un/a médico sigue
conectado/a -consciente o inconscientemente- al elemento trauma su proceder no
podrá ser todo lo profesional o impecable que éste/a desearía. El trauma no resuelto genera más trauma.
Cuando un político no sabe,
no reconoce o no admite sus experiencias traumáticas puede llegar a poner en
peligro a buena parte de la humanidad. El
trauma no resuelto genera más trauma.
Cuando un padre o una madre se
disoció para poder soportar “aquello”, una parte de él/ella seguirá faltando
para poder querer y educar plenamente a sus hijos y correrá el riesgo de transmitirles
parte de su programación errónea. El trauma no resuelto genera más trauma.
Es importante destacar que
no todo profesional de la salud mental está especializado en trauma.
Para quién
desee informarse es importante recordar que la O.M.S publicó unas directrices sobre
la atención de salud mental tras los eventos traumáticos .