Si concebimos el trauma psicológico como cualquier tipo
de experiencia que vivimos como amenazante para nuestra existencia y la de los
seres que amamos, podremos fácilmente entender como nos sentimos cuando este
virus nos acorrala en una de las esquinas del cuadrilátero de la vida y cual
púgil enfurecido y desbocado va lanzando derechazos a diestro y siniestro,
golpeando familias, dándonos dónde más nos duele.
La mayoría de las veces nos deja knockout y tenemos que
refugiarnos en nuestros lares, sumando quincenas, tachando los días del
calendario de nuestras vidas sin saber dónde nos conduce ese tiempo de
descuento, este dantesco compás de espera.
No nos engañemos. No sólo se trata de ver y sentir como
transcurren los días. En nuestro interior está pasando algo más. Si tomamos
conciencia, podremos sentir como en cada uno de nosotros, a cada momento, en
cada noticia se nos activan determinadas espoletas que quizás pertenecían a
tiempos pasados…
Y es que a lo largo de nuestra existencia y en el legado emocional que hemos recibido ha habido de todo, desde
guerras, pasando por cuarentenas de años faltados de libertad de
expresión, llegando incluso hasta la sobreprotección emocional, hoy entendida
como probable factor traumático.
Así las cosas, el terreno emocional de cada
uno de nosotros, aunque hoy día pueda parecer tranquilo, en algunos casos puede
llegar actuar como el clásico campo de minas; una zona anteriormente de guerra
que parece haber quedado en el olvido pero que en realidad contiene artefactos
a la espera de ser pisados.
COVID-19 es experto en detonar emociones de cualquier calibre:
dolor, miedo, terror, rabia, desesperanza, incomprensión, rechazo…
Y el caminante de la vida que, para sentirse seguro, aprendió
a andar siempre por el mismo sendero se autoengañó creyendo que su parcela
vital estaba impoluta, sin minas a la espera de ser activadas…
Los terapeutas sabemos y entendemos que la población
general piense que un evento traumatizante ocurrido en el pasado ha caducado.
Ciertamente, algunas veces nuestras capacidades, nuestros recursos personales,
sociales… pueden actuar de una forma restauradora y tan resiliente que nos conducen
a una sanación espontánea. Pero no nos engañemos, la mayoría de las veces eso
no ocurre. Las minas traumáticas quedan depositadas allí y conforme va pasando
el tiempo quedan ocultas por nuestro día a día, por el polvo y el barro del
camino. No se aprecian a simple vista y el individuo sabe que estaban allí, pero
desinformado, llega a creer que “eso ya desapareció”
Por otro lado, si la persona decidió explorar su terreno psicológico
con la ayuda de un desactivador de minas emocionales, el proceso terapéutico
puede haber eliminado núcleos traumáticos que de otra forma podrían haberse visto
reactivados por la situación actual.
Pero ¿de que forma COVID-19 se relaciona con el trauma psicológico?
¿Cuáles pueden ser esas minas? Y ¿cómo pueden verse reactivadas?
- ·
Si -en nuestra vida o la de nuestros
allegados- hemos vivido algún tipo de trauma médico que no ha sido sanado –
enfermedad larga o invalidante, intervención complicada, ingreso por enfermedad
-incluso en la infancia-, COVID-19 puede reactivar el componente del miedo a enfermar.
- ·
Si hemos vivido situaciones de desasosiego
en el hogar o bullying en la escuela, la cuarentena puede sentirse como otro
atrapamiento más, desencadenando ansiedad, tristeza…
- · Si en algún otro momento ha existido quiebra económica familiar, la preocupación por el futuro puede verse desesperanzadamente amenazante para la vida.
- ·
Si las inseguridades, el miedo… hicieron
mella en la infancia de la persona, el componente de contagio puede reactivar
aspectos obsesivos.
- ·
Si nuestra vida es un engaño, es posible
que al bajar el ritmo con la cuarentena podamos por fin ver la situación real y
sentirnos deprimidos, incluso enfadados con las personas de nuestro entorno…
- ·
A veces el miedo puede ser tan intenso
que puede desconectarnos y vivimos sin sentir, semi-presentes, ajenos a la realidad
de nuestro momento. Creemos sentirnos bien pero nuestro día a día puede estar
lleno de lapsus, desconcentración, pesadillas.
En lo que a los menores se refiere es
importante destacar que:
- ·
Una mamá y un papá en armonía son una
buena garantía para que el niño confinado pueda mantenerse dentro de la ventana
de equilibrio
- ·
Las imágenes repetidas de enfermedad y
las noticias reiterantes de sucesos negativos pueden alterar la homeostasis del
menor
- ·
En función de la sensibilidad del menor,
ver a los desconocidos con mascarilla puede activarle miedos.
- ·
Al ver a mamá con mascarilla no es lo
mismo interpretarlo lúdicamente que peligrosamente. Es básico saber cómo
enfocarlo.
En esencia, las criaturas ven el
mundo a partir de la mirada de esa madre, de ese padre que trata de educar lo
mejor posible. Sin embargo, cuando existen dudas en este terreno emocional tan
resbaladizo por efectos del virus, debemos de tener presente que el colegio de
psicólogos más cercano siempre puede ofrecer pautas y contactos de
profesionales expertos en estos temas.
Pero no olvidemos que COVID-19 no sólo reactiva núcleos
pendientes del pasado, sino que también bombardea nuestro momento actual con agonías,
con muertes, cebándose con la población vulnerable, especialmente con nuestros
mayores. La mayoría de ellos, antes de COVID-19, ya conocían el confinamiento…
Madre
Y soy yo quien ahora te tiene,
madre mía, a su merced, turbada.
Diminutos tus huesos
y tu piel de ciruela que, si hablo,
se rompe. Enjabono tu vientre
y mis dedos resbalan por tus mustios
pezones y tus nalgas.
Madre mía, mi niña, cúmplase
esta rara inversión, y tengamos
tus cicatrices yo, tu corazón mis años.
esta rara inversión, y tengamos
tus cicatrices yo, tu corazón mis años.
Juana Castro “Del color de los ríos”