5.19.2016

EL COLCHÓN EMOCIONAL DEL APEGO


Una de las etapas más importantes de nuestra existencia es la construcción de una sana relación de apego con nuestras figuras cuidadoras que por lo general suelen ser la madre, el padre o alguien próximo que nos atiende y nos cuida con amor.

Aunque hoy en día podemos afirmar que una de las principales características del cerebro es la plasticidad, resulta básico entender que el ser humano no nace neurológicamente completo ya que ciertas estructuras cerebrales siguen desarrollándose después del parto. Así las cosas, cuando el ser humano nace se halla en una posición frágil tanto físicamente, porque no se puede valer por sí mismo, como psicológicamente ya que de la misma forma que ese cuerpecito necesita ser alimentado, también debe de tener un aporte considerable de vitaminas emocionales para poder estructurarse de forma sana. Si ese sustento no llega, surge un estado carencial.
Podríamos decir que cuando los cuidadores no proporcionan el material emocional que ese bebé necesita, el recién nacido al no contar con recursos propios debido a su inmadurez, se estanca. Cuando las figuras de apego no proporcionan un vínculo de calidad puede ser debido a situaciones de negligencia, a impedimentos de salud o a patologías varias... y el bebé queda anclado en un stand by.
La teoría del apego nos confirma que las resonancias que se dan entre una figura cuidadora y el menor que está a su cargo son enormes, de aquí viene la importancia del personal equilibrio emocional a la hora de ser madres y/o padres.

Para entender bien las repercusiones que se generan a partir de la relación de apego podríamos idear una metáfora. Propongo la metáfora del colchón de apego.

¿Cuánto tiempo hace que no piensas en tu colchón? ¿Reposas bien en él? ¿Descansa de forma correcta tu cuerpo en él o a la mañana siguiente notas efectos colaterales?

Pienso en la relación de apego a modo de colchón. Veamos...
Ese primer colchón que la vida nos brindó y que tantas horas nos albergó, conformó nuestra estructura ósea que fué adaptándose a esa comodidad o, en el peor de los casos, se adaptó a deficiencias estructurales de ese desgastado colchón abollado, hundido, sucio...

Y cuando ese bebé no es bien contenido por sus figuras de apego se mantiene en estado de alerta, no duerme como debería, o solloza en silencio, o se desregula... En esos momentos el colchón emocional que alberga al recién nacido no proporciona la calidad que ese pequeño ser necesita para sentirse acogido, sentido, querido.
El caso es que si sólo se reposara un instante en el colchón, la cuestión carecería de importancia pero en la infancia transcurren muchísimas horas en ese colchón emocional del apego y allí si las condiciones son las adecuadas se aprende, se aprende tanto, se aprende todo... se aprende a quererse si un@ se ha sentido querido, a tratarse bien si así se le ha tratado, a confiar en la vida si se le ha brindado serenidad y confort.

Así pues, de la misma manera que el adulto siente somnolencia o no está todo lo despierto que el día a día le exige debido al mal dormir que le proporciona ese desgastado colchón, también nos sucede algo similar en la vida cuando después de una infancia con una relación de apego insana no conseguimos tener ese primer y especial colchón en condiciones. Y esa primera etapa base de tranquilidad, de calma o de paz brilla por su ausencia y el adulto insomne que antes fue el niño soñoliento sin contención emocional, muchas veces, no consigue entender por qué le pasa aquello que le pasa y por qué se siente como se siente.


Resulta básico entender que hoy en día sabemos la importancia que tiene la neuroplasticidad cerebral y que ciertas actitudes, hábitos, tendencias que nos condicionan y no nos dejan andar el camino que deseamos andar, pueden ser modificados con abordajes terapéuticos adecuados y con la contención de un terapeuta cualificado y experto en el tema. Con estas condiciones, puede efectuarse un reset en el colchón emocional primario del apego y consecuentemente pueden abrirse nuevos canales o vías neuronales sanas que nos encaminan a la regeneración emocional y también vital.